Hoy el post va a ser distinto de lo habitual. Hoy quiero opinar sobre la noticia que ha aparecido acerca de sor Teresa Forcades. Al parecer va a lanzarse a la política (de forma oficial, claro, porque oficiosa ya lleva tiempo) de la mano del economista Arcadi Oliveres para buscar la independencia de Cataluña. Y esto lo hace sin quitarse el hábito de monja benedictina (bueno, medio hábito, ya que suele ir con pantalones). Esta monja ya lleva tiempo disparando contra la jerarquía de la Iglesia y apoyando el independentismo catalán, igual que la dominica contemplativa argentina sor Lucía Caram.
Uno no entiende cómo puede ser que dos monjas con vocación contemplativa estén cada dos por tres en los medios de comunicación, cuando se supone que esa vocación implica separación del mundo. Pero donde yo veo el problema no es en ellas, que ciertamente están actuando equivocadamente y usando los hábitos como reclamo (no es igual una mujer cualquiera apoyando el independentismo que una monja con su hábito), el problema creo que está en sus superiores. ¿Cómo pueden permitir que estas religiosas vayan proclamando que los gays deberían poder adoptar, que hay que apoyar el uso del preservativo o permitir que se ordenen mujeres o que entren en política activa cuando, por la vocación que eligieron libremente, deberían estar en el convento llevando una vida contemplativa? Si quieren apoyar esas cosas, allá ellas, pero no como monjas. Hasta donde sé, Forcades ya fue amonestada por Roma, pero parece que no ha servido de mucho. En mi opinión, deberían secularizarlas. ¿O acaso no lo hacen porque piensan que mostrar esta libertad de pensamiento atraerá más vocaciones? Prefiero la medida que han tomado los dominicos irlandeses, que parece ser más efectiva.
Que no parezca que con lo dicho estoy juzgando a estas religiosas. Simplemente muestro unos hechos que hablan por sí solos y que no son dignos de una monja de clausura. Lejos de mi condenarlas, es más, creo que por estas personas hay que rezar especialmente, ya que la caída de un consagrado puede ocasionar mucho más daño a la fe y a la Iglesia que la de una persona anónima. Ojalá el Señor las ilumine para que actúen conforme a su voluntad. Nunca es tarde para nadie. Hasta el más rebelde puede convertirse, como he sabido hoy que pasó con La Pasionaria o con el ex guitarrista de Korn.
El demonio anda rondando, si nos descuidamos caeremos en sus garras, pero cuanta mayor es la responsabilidad, mayor debe ser la precaución, porque peor será la caída. Por eso creo que la Iglesia, en casos como estos, debe ser firme. Tan firme como para expulsar a alguien de su orden, como firme hay que ser también para recibirla de nuevo si se arrepiente.
Los que no estamos consagrados tenemos una gran responsabilidad también: rezar por los que sí lo están, desde el papa hasta quien en este mismo instante esté pronunciando sus votos o siendo ordenado. Todos debemos rezar por todos, ¿o no creemos en la Comunión de los Santos? Pero en especial debemos rezar por los que, como Forcades, Caram, Masiá, Pagola y otros, están siendo más engañados por el diablo para tratar de dañar a la Iglesia.
Y, por supuesto, rezad también por mi.